miércoles, 27 de junio de 2007

Diamantes en los bolsillos

Cenar con amigos.

Cuando tienes la sensación de que compartir mesa y mantel (mesa circular, ¿mantel? … no había mantel) es un regalo.
Cuando los debates imposibles se hacen realidad.
Cuando importa poco que sea lunes.
Cuando el análisis fino, muy fino, de la realidad, de la personalidad, te llena de certezas … entonces es cuando piensas que todo da un poco igual mientras tengas noches como éstas.
Que te mueves en este tren. Dejando paisajes atrás, sí, pero esperando la llegada de otros y disfrutando de los que todavía te acompañan.

Plaza de Opera: 21:30 … “¿Dónde estás?” … “… estamos justo aquí, en el semáforo … ¿nos ves? …”, “… sí, cuelga …”

Yolanda tiene esa elegancia tan nórdica, tan otoñal … tan parisina … incluso en verano … es de esas personas … simplemente.

Fernando y yo, en clara competencia masculina, traemos modelos parecidos … estructuralmente parecidos al menos. Los dos pantalones vaqueros, los dos camisa por dentro y los dos con regalos en los pies. En los suyos una chanclas que, como no podía ser de otra manera, vienen directamente de Italia y que “ ... no encontrarás en España …”. En los míos, unas zapatillas chulísimas que me ha regalado Clara. Blancas con ribetes en charol …

La cena genial. La comida, con toques minimalistas, muy buena. Opiniones contrapuestas sobre el camarero.

“Bueno, hemos pedido los dos un plato … Pide tú algo”
“Pues a mí me molaría ese de cerdo con nosequé …”
“¿Cerdo? Ni de coña … En una cena tan glamurosa no se va a pedir cerdo”
“ … está bien … pedid entonces lo que os salga de los cojones … eso sí … nada de tomate …”

Al menos pruebo el vino yo. Doy mi aprobación con una displicencia digna del propio Freiser. Otro camarero nos trae un vino de Rueda buenísimo … y tan bueno está que nos pimplamos dos botellas …

Después de muchas risas, de pagar (Fernando, era su cumpleaños … el argumento todavía no me convence …) y de algún comentario sobre hombres, paredes, sentarse y demás tropelías, paseando por un Madrid precioso (peatonal y precioso) nos dirigimos a Chueca. “Pause”.

Ahora toca tertulia artística. Libros arriba, libros abajo … Prometo (bajo coacción pero prometo) leer “La Regenta”, “Tokio Blues” , “Confesiones de una máscara” … ah, y, por supuesto “Borges y las matemáticas” … Yo, por mi parte hago proselitismo del budismo y de “Sábado” de Ian McEwan … no sé si colará …


Ahora tocan las copas. Yo como conduzco llevo a Coca Colas (Light por supuesto) desde el fin de la cena … y de eso hace ya mucho tiempo … cuando llegue a casa voy a tardar mil años en dormirme, aunque al paso que voy no creo que duerma mucho, la verdad.

Bailes en sitios más o menos ocupados. Fotos imposibles con camareros aun más imposibles. Bailarinas sin sujetador. Pezones como plátanos (je, je, je)

Son las cuatro y cuarto. Me dirijo al coche paseando por un Madrid casi desierto. Mientras me siento y arranco tengo la sensación de tener suerte, mucha suerte.

Tengo dos diamantes bien grandes guardados en mis bolsillos.

3 comentarios:

Fernando J. López dijo...

la suerte no depende tanto de los hechos, sino de la capacidad de verlos, saborearlos y retenerlos... la suerte -los diamantes- son tan internos -y tan íntimos- como la literatura, que no existe si alguien no la lee, si alguien no la reinventa...
la suerte -sin duda- es contar con una mirada -una amistad- como la tuya o como la de yol en mi vida
eso sí que es suerte... diamantina ;-)

p.s. sobre el camarero, no se admiten discusiones... será morboso for ever and ever...

p.s.2. estupendo el aroma CH... comprobados, ya, sus efectos :-)

Fidelio dijo...

... totalmente de acuerdo ... el arte, las personas ... todo lo realmente interesante lo reinventa el receptor ... y así crea ...

Bueno ... ya tengo un tema para el post de Recepción Literaria que quería publicar ...

Sois increibles chicos ... simplemente eso ...

Fernando J. López dijo...

que conste que tus diamantes ansían nuevos textos... actualización bloguera ya :-)
besos, muchos