sábado, 6 de enero de 2007

Música Minimalista

Hay tardes de invierno con una luz gris, casi sin fuerza, en las que todo parece evocar la paz primera. Hay tardes de invierno en las que el cielo se parece a esas colchas azules que, a fuerzas de ser lavadas, se quedan gastadas y desteñidas, casi a punto de rasgarse, y que nadie quiere tirar a la basura. Hoy es un sábado de esperas. Un sábado con vocación de domingo. Ésta es una de esas tardes.

En frente de la ventana un árbol del que, desde hace más de un mes , sólo quedan las ramas y unas cuantas hojas pequeñas y amarillentas. Es una imagen digna y decadente. Si fuera una hoja, preferiría haber caído en noviembre, pero desgraciadamente ni las hojas ni nosotros elegimos cuándo caer.

En la minicadena, Phillip Glass. El piano martillea la misma frase una y otra vez hasta que consigue hacer que la respires, que la abraces. Hasta que consigue que desaparezca la frontera entre la música y tú. Los perros duermen en el suelo y, en su mundo de cosas pequeñas, todo parece encajar.

Cada vez me cuesta más distinguir las teclas de entre el barullo de sombras y penumbras en que se está convirtiendo la habitación. Alguien debería encender el flexo. Alguien debería dar por muerta la tarde. Dejad que, por una vez, ese alguien no sea yo.

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